Intervención de Agus Hernan en el VII aniversario de la Declaración de Aiete
Después de escuchar a los tres miembros del Grupo Internacional de Contacto, antes en la conferencia y ahora en las intervenciones de Paul Rios y de Brian Currin, a pesar del vacío que nos dejan, nos queda una sensación de satisfacción.
El año pasado, en este mismo lugar, Brian nos recordaba que “muchas veces sentimos que tirábamos en solitario del carro”.
Y, precisamente, si debemos resumir en una palabra lo que hemos aprendido de ellos, la primera que nos viene a la cabeza es “perseverancia”. No ha sido un camino fácil. Ni antes de Aiete ni, aunque aún sea difícil de comprender, tampoco después.
Sin embargo, ellos siempre han estado “ahí”, dispuestos a ayudar y a facilitar. Y todos aquí sabemos bien lo difícil que es hacer labores de “facilitación” en nuestro país.
El Foro Social Permanente hereda la energía de aquel primer Foro Social de 2013 impulsado por Lokarri y Bake Bidea.
Tres son los aspectos que han caracterizado siempre nuestras propuestas: estudiar los estándares internacionales aplicados en otros procesos; realizar un diagnóstico de la situación existente en nuestro país y hacer propuestas de resolución con vocación de ser lo más incluyentes y transversales posible. Más recientemente, se ha unido, a ambos lados de la muga, la función de facilitación.
Pero la pregunta que hoy nos hacemos es: ¿hubiera sido posible llevar adelante un proceso tan singular como el nuestro sin el apoyo de la comunidad internacional?
Es difícil responder, pero sí tenemos el convencimiento de que nuestro proceso hubiera sido aún mucho más difícil sin el apoyo de personas tan generosas como Brian Currin, Alberto Spektorowski, Raymond Kendall, Nuala O’Loan, Pierre Hazan y Silvia Casalle.
No descubrimos nada nuevo al afirmar que en el proceso abierto por la Conferencia Internacional de Aiete en 2011, han sido múltiples los bloqueos que han existido. Esos bloqueos llevaron durante una serie de años a una sensación general de frustración. El mayor bloqueo, y que ha generado no pocas dificultades en estos siete años y medio de actividad del GIC, ha sido el provocado por los estados, el español sobremanera y el francés cuando ha hecho seguidismo al español.
En otro orden se sitúan los bloqueos derivados de debates que cristalizaban en cuestiones semánticas. Otros, de método, e incluso de protagonismo. Eran bloqueos que se daban desde dentro del propio país.
Y sin embargo, la referencia a los diferentes estándares internacionales ha permitido que, poco a poco, hayamos dado pasos resolutivos en las diferentes cuestiones: en materia de verdad, justicia y reparación para todas las víctimas de todas las expresiones de violencia; en el proceso DDR de desarme civil, la disolución de ETA y la reintegración de sus ex-miembros; en la profundización de la justicia transicional como instrumento de resolución transversal al conjunto del conflicto, y al denominado SSR, relativo a redimensionar el número y la función de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para adaptarlos a la nueva realidad, aspecto este que poco a poco se va abriendo un hueco en la agenda.
Son aspectos que están muy presentes en nuestro proceso de resolución y cuya aplicación ha ayudado a seguir dando pasos.
Sin duda el principal aspecto es la triangulación entre los gobiernos, la comunidad internacional y la propia sociedad civil, aplicada en el caso del desarme y la disolución. Un método necesario que, adecuándolo, deberemos seguir aplicando.
En todos estos procesos, la comunidad internacional ha ayudado, en muchas ocasiones de manera discreta, y públicamente cuando ha sido necesario.
Pensamos en la Comisión Internacional de Verificación ya disuelta y su difícil tarea; pensamos en la Fundación Henri Dunant y su discreto trabajo tantos años lejos de los focos; también en el grupo liderado por Jonathan Powell, con Kofi Annan siempre cercano y dispuesto y, por supuesto, hoy pensamos en el Grupo Internacional de Contacto y su no siempre grata labor.
Todos ellos se merecen un reconocimiento por el trabajo realizado.
Pero el trabajo no ha terminado. A nosotras y nosotros, a todos los aquí reunidos, nos toca ahora dar solución a los tres temas prioritarios: avanzar definitivamente en el reconocimiento de todas las víctimas de todas las expresiones de violencia; dar solución integral a la problemática de todas las personas presas, huidas y deportadas, y afrontar una memoria inclusiva que respete todos los relatos.
Estas tres cuestiones son las piedras angulares que sentarán las bases definitivas de una convivencia democrática en nuestro país, basada en una cultura de derechos humanos y paz.
Y en eso vamos a continuar trabajando.