Para definir las bases para la convivencia democrática en Euskal Herria, debemos estructurar un espacio público para el debate, configurando el espacio social necesario para permitir una deliberación pública de calidad.
El Foro Social cumplirá en breve diez años. Creo que ha sido una década próspera, porque nos hemos situado en el camino de la profundización democrática. En este proceso de democratización, el Foro Social ha sabido aglutinar y gestionar el compromiso social para desarrollar las bases de un nuevo escenario de paz y convivencia, haciendo un reconocimiento de todos los sufrimientos, gestionando el pasado y tejiendo, aunando y construyendo los compromisos necesarios para hacer posible una Euskal Herria sin violencia. Por ello, quisiera comenzar esta reflexión, que pretende ser una aportación hacia adelante, felicitando y agradeciendo el trabajo realizado por todos y todas las que han promovido, impulsado y trabajado a favor de esta dinámica.
El mundo está inmerso en un proceso de profundo cambio en el que se ya somos capaces de visualizar los numerosos riesgos que acechan para avanzar hacia una democracia de calidad más allá de las democracias meramente formales, junto con los peligros aparejados a la pérdida de la soberanía y la capacidad de decidir de los pueblos. Del mismo modo que en el mundo ya han empezar a moverse corrientes bajo los grandes icebergs del cambio climático para hacer frente a estos riesgos y peligros, en Euskal Herria es positivo que también nos movamos, porque sin movimiento no hay ola democratizadora, y mucho menos lograremos el tsunami democrático que necesitamos para lograr salir reforzados y reforzadas de las múltiples crisis que vivimos como pueblo.
Euskal Herria, en mi opinión, se halla en el camino de la transformación democrática, y para lograr articular política y socialmente semejante transformación con la profundidad que merece, tenemos que ser capaces de imaginar los siguientes pasos. Este trabajo de visualización será nuestro principal cometido en los próximos meses y años. Y estoy convencida de que el compromiso y el conocimiento adquirido a favor de la convivencia que nos ha proporcionado nuestra memoria y el proceso de paz, serán de gran ayuda en esta labor, en la medida que nos va a permitir hacer ese ejercicio desde la Cultura de la Paz y con miradas y actitudes nuevas y más abiertas.
En Euskal Herria llevamos décadas trabajando por la memoria y la convivencia democrática. No obstante, diría que este ejercicio lo estamos haciendo hasta ahora de forma bastante asimétrica y desde relaciones de poder no debidamente equilibradas, lo que conlleva lentitud en el proceso y la persistencia de una serie de injusticias en el tiempo. Vaya por delante que yo entiendo la memoria como un ejercicio social compartido, que ayuda a hacer camino a la convivencia democrática. Como un ejercicio político, que sirve para consolidar los valores democráticos de la sociedad y su cohesión social; de ahí, que los obstáculos que en cualquier proceso de memoria y convivencia como el nuestro pueden aparecer en el camino deberían poder abordarse en condiciones de plena igualdad entre las partes que se vean afectadas, para evitar retrocesos innecesarios y lograr avanzar adecuadamente.
Hablar de memoria nos lleva a extraer lecciones y a compartir una cultura profunda de los derechos humanos. Hablar de convivencia, por otra parte, nos permite pensar y comprometerse juntos y juntas sobre el presente y sobre el futuro. Si unimos con honestidad y responsabilidad conceptos como memoria y convivencia, nos lleva añadir el apelativo "Democrática" al término de la convivencia, esto es, “Convivencia Democrática”. Este concepto dinámico debería servirnos para definir las bases de la convivencia futura, para que seamos capaces de decidir democráticamente sobre todas las cuestiones, sabiendo canalizar de manera positiva y constructiva los conflictos. Por eso no entiendo aquellos discursos que utilizan la memoria para retrasar los debates sobre las bases políticas de la convivencia democrática. Como decía recientemente Noam Chomsky, "la estrategia habitual de los que no quieren ningún cambio es poner trabas a todo lo que haría posible los cambios".
Sin embargo, este pueblo ha sabido hacer frente a los obstáculos. Quiero recordar por un momento a Mixel Berhokoirigoin y a tantas personas militantes y artesanas como él. Gracias a su legado sabemos que para hacer frente a los obstáculos, además de la determinación personal y la ética, la mejor arma es imaginar el futuro que soñamos. Este ejercicio de representación deberíamos realizarlo con la profundidad que precisa y desde una perspectiva crítica, si queremos sentar sólidamente las bases de la convivencia democrática en Euskal Herria. El laborioso camino recorrido en la pacificación no ha sido inútil, en este sentido. De hecho, nos ha ofrecido nuevas actitudes e instrumentos como pueblo para hacer posible tejer consensos en torno a las bases de la convivencia, como el rechazo a todo tipo de violencia, el reconocimiento de que ha habido torturas e instrumentos de represión y su rechazo como sociedad, la capacidad de abordar los conflictos con empatía, la consideración de la diversidad como riqueza de la sociedad, la solidaridad con todos los sufrimientos,… Falta conformar estos consensos y para ello debemos ser capaces de pensar en común e imaginar y deliberar sobre el futuro de nuestro pueblo.
Me atrevería a decir que vivimos momentos trascendentales para el modelo y la calidad de la democracia que vamos a tener en el futuro. Se nos está acabando vivir de las rentas generadas por generaciones anteriores. Dicho de otro modo, y sin olvidar la memoria que tiene este país y teniendo muy presentes todas esas enseñanzas extraídas del proceso de paz, nos está llegando el momento de decidir qué tipo de Euskal Herria queremos construir para nosotros y nosotras, así como para nuestras hijas e hijos. Por eso, tenemos que superar los sentimientos de escepticismo general frente a las oportunidades del futuro, así como las habituales desconfianzas mutuas, y empezar a visualizar el modelo de democracia que queremos en nuestro país y cual debe ser el estatus político que nos lo permita materializar. Ha llegado el momento.
Sin embargo, -y esto hace el ejercicio más interesante y atractivo- este ejercicio de representación no lo puede hacer cada uno por su lado. Es un ejercicio colectivo que necesita liderazgos compartidos para lograr la suficiente legitimidad de los consensos a tejer. Por ello, y para definir las bases para la convivencia democrática en Euskal Herria, debemos estructurar un espacio público para el debate, configurando el espacio social necesario para permitir una deliberación pública de calidad. Se necesita construir un espacio social que garantice una deliberación transparente y pública, y yo creo que ahí está la siguiente conquista a conseguir: debemos mostrar un compromiso social claro para vertebrar, social y políticamente, esa deliberación pública a favor de la convivencia democrática.
En este esfuerzo veo diferentes dinámicas de Euskal Herria; desde el Foro Social, hasta Gure esku, Hamaika Gara, Batera, movimientos feministas, pensionistas, Sare, Artesanos de la Paz, Kontseilua, movimientos juveniles, dinámicas contra el cambio climático, Carta Social, proceso del centenario de Eusko Ikaskuntza,…
Yo enlazaría el compromiso social para construir la convivencia democrática de mañana con el reto de estructurar una deliberación pública de calidad, y en ese camino tendremos que dar pasos por la vía de conseguir una democracia más abierta y transparente. Hablamos de una democracia capaz de ganar la confianza de los ciudadanos y que trabaje con tesón, compromiso y responsabilidad para garantizar una vida digna a la ciudadanía. Para que la transformación a favor de la democracia vasca sea posible, nuestras instituciones públicas deberían dar cauce a ese marco de deliberación pública, en el que debatamos y acordemos las bases de nuestra convivencia y los ejes de nuestra soberanía de forma abierta y participativa, a través del diálogo estructurado, transparente y público entre la sociedad y las instituciones. Activar el debate sobre nuestro estatus político ofrece un contexto adecuado para ello. Porque imaginar, pensar, compartir y, en fin, acordar juntos y juntas, paso a paso, cómo va a ser la democracia vasca de hoy y de mañana, es la base más profunda de la convivencia democrática.
Una aportación al proceso abierto por el Foro Social Permanente, dirigido a generar el compromiso social para construir la convivencia democrática.
Zelai Nikolas Ezkurdia es jurista y miembro de Gure Esku Dago.