Convivencia democrática

Ongi etorri Errefuxiatuak es una plataforma social para la defensa de las personas migrantes y refugiadas, formada por personas y organizaciones.

Convivencia significa vivir juntas, construir la vida juntos. No se trata de que puedan coexistir individuos diferentes, sino de construir algo nuevo a partir de la mezcla y la interacción de las diversidades. Esas interacciones no se dan en un espacio neutro, sino en el contexto de las desigualdades que marcan el entorno concreto en el que vivimos. Desigualdades de género, raza, edad, procedencia económica y geográfica, etc. Desigualdades interseccionales, algunas arrastradas desde siglos, que permean las distintas esferas de la vida y marcan el contexto material y cultural en el que hay que trabajar la convivencia.

Hablamos de convivencia democrática porque la construcción de lo común necesita el ingrediente de la equidad. Una convivencia es democrática cuando todas y todos tienen la posibilidad de expresarse, desarrollarse y participar en la construcción de la convivencia deseada. Para ello hay que asumir el peso de las desigualdades, partir de ellas para empezar a subsanarlas. La equidad y la convivencia van de la mano. Construyendo una se da forma a la otra, y viceversa.

Una de las desigualdades más violentas es la que separa, en cada territorio, a las personas que estaban antes de las que llegaron después, las autóctonas y las migradas, las que tienen papeles de ciudadanía y las que no. Son divisiones absurdas pues todo el mundo ha venido alguna vez de alguna otra parte y la especie humana, al igual que muchas otras especies animales, es constitutivamente migratoria. Pero en base a estas divisiones se erigen innumerables muros, tangibles e intangibles, que producen abusos y discriminaciones que socavan la posibilidad de construir una sociedad de todas. No de personas iguales, tampoco de personas diferentes, sino de ciudadanas y ciudadanos con sus diferencias. La identidad es también importante, junto a la igualdad de oportunidades. El reconocimiento de lo que otras personas son y el respeto a eso que son es la base para la salvaguarda de su dignidad. La integración no debe significar asimilación con renuncia o desaparición de las identidades que portan las personas migradas.

Lo que hay que hacer, pues, es identificar y enfrentar las expresiones culturales, institucionales, políticas y materiales del racismo y la xenofobia. Por su simple existencia, todo ser humano es un sujeto de derecho y debe tener voz en la construcción de lo que es común. Hay que luchar para que las instituciones que se autodenominan democráticas garanticen, a través de sus leyes, la igualdad de derechos de todas las personas que habitan en sus territorios.

Al mismo tiempo, no basta combatir las fronteras que nos separan en nuestras propias ciudades, sino también hay que abordar las desigualdades que marcan el funcionamiento del sistema mundo y que provocan las migraciones forzosas y masivas. El privilegio y el bienestar de algunas personas tienen su otra cara en la explotación y el empobrecimiento de otra parte de la población, aunque se encuentren lejos en el espacio.

Estas desigualdades se alimentan con el negocio de la guerra y la explotación por las multinacionales de los recursos naturales y las personas. Sumado a las leyes de extranjería y a las políticas de fronteras, que provocan procesos perversos que llevan a aberraciones cotidianas como la existencia de sin derechos, el tráfico de personas o, lo más terrible, las muertes masivas en los mares. Obviamente la población sin seguridad alimentaria se moverá a otros territorios buscando alcanzar una vida digna o simplemente sobrevivir, aunque arriesguen su vida en ello, ninguna frontera puede impedirlo. Están aquí porque nosotros, el Norte global, estamos allí.

No se trata solo de que todas las personas tienen derecho a ser ciudadanas, a pesar de que las leyes no lo reconozcan, sino que la construcción de lo común implica desmontar los mecanismos económicos, legales y geopolíticos que reproducen las desigualdades como parte inherente del orden global actual.

Convivencia democrática es asumir que el mundo es de todas las personas que lo habitan, y que solo podremos construir algo juntas si todas contamos con todos los derechos. Un mundo donde las personas puedan ser iguales en derechos y diferentes en todo lo demás.


 


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