Pasos para una convivencia democrática

Entre personas separadas por un abismo no cabe la convivencia. Requisito para una convivencia democrática es salvar las abismales desigualdades económicas.

Entre personas separadas por un abismo no cabe la convivencia. Requisito para una convivencia democrática es salvar las abismales desigualdades económicas. Un tanto por ciento significativo de nuestra sociedad no alcanza a satisfacer las necesidades básicas en alimentación, vivienda, energía, movilidad, etc.; por el contrario, otra parte no pequeña de esa misma sociedad nada en una abundancia muy adentrada en lo superfluo. La acumulación de riqueza causa pobreza, y ésta se convierte en condición de aquélla, su simultaneidad es indigna. La convivencia democrática solo puede construirse entre personas dignas y no excesivamente desiguales. No es solo cuestión de subsidiar las situaciones de penuria extrema, es cuestión de fomentar repartos que eviten esas situaciones. Los repartos, el reparto, parecen imposibles en una economía supercompetitiva que ha perdido contacto con la satisfacción de las necesidades humanas, pero mientras no lo alcancemos en un grado suficiente no pidamos actitud convivencial a quien dejamos al otro lado del abismo.

No es posible la convivencia entre personas que viven atrincheradas. Las trincheras construidas para ganar un conflicto no pueden seguir siendo utilizadas para ganar la paz. La memoria histórica, se refiera a los últimos treinta años o se remonte a los cien, no es un arma contra el adversario sino una fuente de la que cada uno tenemos que aprender de nuestra propia actuación, para aprender colectivamente de lo que entre todos hicimos. Salir de la trinchera no es una rendición, es volver a respirar aire limpio, añadir sensatez a nuestras razones elevándolas a mayor grado de universalidad, es recuperar una posición degradada por la mezcolanza entre medios y fines que el conflicto impuso. Salir de la trinchera es una invitación a su abandono, a que las trincheras queden definitivamente abolidas. Requiere también, no la pérdida de la memoria, pero sí su combinación con la dosis necesaria de olvido.

La centralidad de la partitocracia en nuestro modelo político-electoral no propicia la convivencia democrática. Es un modelo fuertemente belicoso, atrapado en la dinámica de ganar o perder y del todo o nada, lo que electoralmente se juega en un reducido número de votos. Los actuales parlamentos escenifican una permanente campaña electoral, convirtiéndose en un reñidero dialéctico que fractura mucho nuestra sociedad: bloques sociales originados en bloques electorales. La democracia es frágil y mejorarla nada fácil, pero sí parece que cualquier modificación debiera ir en la dirección de restar el enfrentamiento y la fragmentación que el actual sistema de partidos favorece. Dar cabida a la participación y la aportación ciudadana, por lo menos en temas de la suficiente envergadura, participación que debiera estar precedida de un debate de contenidos y con el tiempo necesario; listas abiertas en la que personas votemos a personas, y personas electas que se deban a sus votantes más que a su marca electoral; en definitiva, cercanía y filtración entre cargos y ciudadanía.

Por último, vivimos en una situación de altísimos y crecientes factores de riesgo: escasez de recursos y acumulación de residuos, climáticos, medioambientales, pandémicos ahora, además de los sociales de que ya hemos hablado, factores de riesgo en los que tiene un peso decisivo la acción humana y nuestro modelo de desarrollo. Esta situación pone en cuestión nuestro sistema económico, pero también nuestro modelo social y nuestras formas de vida individuales y nos sitúa en una posición distinta. Si hasta hoy la conflictividad social se manifestaba como pugna de intereses contrapuestos, hoy esa pugna de intereses, sin desaparecer, queda subsumida en un problema más global que nos afecta a todas las personas y que solo entre todas podríamos resolver. Esto nos obliga a poner en el centro un interés común y una actuación u orientación común, que no podemos dejar en manos de los poderes políticos y menos todavía de los económicos, cuya capacidad de decisión está atrapada en una dinámica que les sobrepasa, autonomizada y casi mecánica.

Hoy cualquier forma de actuación eficaz en lo social y lo político tiene que arrancar de los cambios que seamos capaces de introducir en nuestras formas o estilos de vida, son estos los que pueden impulsar cambios en el modelo de sociedad y en el sistema económico. Esos cambios en los estilos de vida tienen un carácter más de invitación y menos de confrontación. La confrontación social no va a desaparecer, ni sería bueno que lo hiciera, pero sí tiene que tener en cuenta esa necesidad imperiosa de búsqueda del común, contrapesando lo que tiene de impositiva con mucha dosis de búsqueda del convencimiento.


Chema Berro trabajó en los grupos de la editorial ZYX y en el grupo Liberación. En 1978 entró en la CNT, en la que ocupó el cargo de Secretario de Prensa. Desde hace años participa en la CGT, y escribe en la revista Libre Pensamiento y es miembro activo, en Iruña-Pamplona, del movimiento Banatu taldea, del Foro Gogoa, de la plataforma Martes al Sol, las PAC, así como en otros movimientos sociales.